martes, 17 de agosto de 2010

LOBITO BUENO

30/IX/2007

A veces cuando uno menos lo espera surgen de los rincones de la imaginación ciertas historias, cuentos para contar en invierno, cuando las tardes son largas y los vientos traen el frío de montañas lejanas. Son historias que nunca se contaron y nunca se olvidaron hasta el día en que existieron.
Esta es de esas historias que parecen antiguas, de los abuelos, pero son para los niños de corazón.

En esta historia hay un lobo, y era un lobo de cuento, con largas patas, larga cola, con grandes orejas y más grandes colmillos. El lobo de nuestro cuento hacía lo que le habían enseñado y dicho desde pequeño, “todo lobo que se precie debe comer ovejas y conejos, y siempre, siempre que pueda asustar a los animales más pequeños que el” le había enseñado papa lobo, y se lo repetía todos los días, igual que mama lobo se lo recordaba antes de acostarse.

Un día nuestro lobo iba paseando por el bosque frondoso que había cerca de su casa y con su gran olfato olió a un conejo escondido entre los matorrales. El lobo no tenía hambre pues acababa de desayunar, pero se acordó de papa lobo “…asustar a los animales más pequeños…”, y rápidamente se puso a perseguir al pobre conejo que estaba asustadísimo, y corría desesperado por salvar su vida.
El conejo salta que te salta, y el lobo corre que te corre; esquivando piedras uno, rodeándolas otro. Cada vez que el lobo se acercaba a un solo mordisco el conejo daba un fuerte salto y huía de él. En uno de los saltos el conejo vio una trampa de esas que ponen los hombres y la esquivó veloz, pero el lobo era mucho más grande y no le dio tiempo a rodearla, aunque no quería cayó encima de ella y quedó atrapado.
El grito de dolor se oyó en todo el bosque, su pata derecha había sido mordida por los afilados dientes de hierro de aquel artefacto malvado. Al oír el grito el conejo se detuvo y miró de lejos al lobo. Viendo que el lobo sufría mucho se acercó y le dijo:

- Hermano lobo, ¿Te duele mucho verdad?
- Pues claro que me duele, conejo asqueroso, y es por tu culpa.
- ¿Por mi culpa? A ya entiendo, te han enseñado que tú siempre tienes razón y lo malo que te pase es culpa de otros ¿No?
- Pues claro que es culpa tuya, yo soy un lobo.
- Bueno señor lobo, vamos a llegar a un acuerdo. Como si te quedas ahí morirás de hambre y sed y yo no quiero que tú te mueras voy a soltarte.
- Pero, yo soy un lobo; si me sueltas te comeré y no volverás a ver a tu familia.
- Lo sé, pero como condición te pido que me prometas que seré el último conejo que te comas. Desde ahora no nos perseguirás y solo comerás frutas del bosque

Nuestro lobo pensó, sí suéltame te comeré y romperé mi promesa porque estarás muerto.

- Si, si suéltame. Me duele mucho. Te lo prometo. Dijo el lobo.
- ¿Me lo prometes de verdad?
- Si, lo prometo, suéltame.

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