miércoles, 29 de octubre de 2008

HIJOS DEL VERANO

Esta es la hora en que los sueños mueren, ya solo quedan los origami para recordar lo que un día fuimos, cuando en el mundo había hombres. Ya solo quedamos los hijos del verano, demasiado jóvenes para conocer, demasiado adultos para dejarnos aconsejar; somos los hijos del verano y nosotros somos la esperanza del mundo, el sueño de nuestros mayores, el fruto de la sociedad. Ahí de aquel que espere mucho de nosotros y ahí de aquel que no nos tenga en cuenta, porque nosotros somos el mañana.

Soñamos todos los días con que llegue el momento en que seamos mejores, el momento en que nuestros anhelos sean una realidad. Solo existe el problema de la decadencia de nuestra voluntad, y es que las intenciones para ser de otra manera, no mejores o peores que ahora, solo lo suficientemente diferentes como para soportar nuestras miserias. Y he aquí que esa es la clave, que los hijos del verano no somos capaces de ver nuestras miserias (al menos no tanto como deberíamos). ¿Queremos ser hijos del verano para siempre? ¿aprenderemos a valorar y enriquecernos de nuestras miserias?