......esto la hizo dudar y la hace pensar y acelerar su presuroso y solitario caminar hacia el ocaso y el campo de la estrella.
Acarrea sola su ligera y personal carga con la aurora a la espalda; él sobresaltado, despierta entre sudores de pesar, de tristeza y melancolía, la añora, a ella y a su dulce, lento, suave y cariñoso despertar, la necesita y ella no está, solo puede llorar.
En el lánguido transcurrir de entristecidas horas él la recuerda, y así, pensando en ella, recupera la esperanza y la sonrisa plena vuelve a su contrariado rostro. Ha cerrado la puerta y se ha ido, ha corrido por la sinuosa vereda, ha subido por el resbaladizo sendero y al ocaso, por fin, puede contemplar el camino. Ahora un duro sentimiento le asalta el corazón, ahora lo sabe, ahora lo entiende, ella se ha ido y no volverá.
Las lagrimas se le escapan de nuevo, ahora la recuerda y le vienen a la memoria sus últimas palabras, “la verdad es el camino y en el camino está la esperanza”; la alegría lo desborda y ríe y llora y salta y canta, ahora la quiere, ella se ha ido, no volverá, pero no la ha perdido.
En cada despertar, en cada aurora él encontrará su esperanza porque ella, se llamaba Amanecer.
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