miércoles, 24 de noviembre de 2010

FLOR DE PRIMAVERA (II)

...... no tenía un bonito color, ni un magnífico perfume, no tenía muchos pétalos, y se acordó de que tampoco tenía a su familia, a su papa y su mama, ni tenía sus abrazos…… se acordó de que sí tenía aquella marca en el corazón, aquella que le habían dado sus padres, aquella que la hacía diferente a todas las flores del mundo. Ella tenía algo que ninguna tenía, un sello imborrable en el corazón.
Empezó a cambiar. Empezó a ver las cosas de otro modo. Se dio cuenta que su regalo era más importante que ningún otro, ya que en el frío, en la nieve y el viento, en la soledad no sirven los bonitos colores, ni los perfumes, ni ningún otro regalo que no fuera su sello en el corazón, que la hizo aguantar y sobrevivir al invierno, a la angustia y la desesperanza.

Pasaron los días, y sus raíces se hicieron fuertes para soportar el viento y las adversidades; pasaron las semanas y pasó el invierno, y volvieron las flores. Las primeras fueron las blancas de los almendros, y se sorprendieron de que hubiera una florecilla en el suelo, en el jardín, ya que siempre eran ellas las primeras en volver del invierno y le preguntaron.
- Florecilla, ¿Cómo es posible que estés en el jardín antes que nosotras? Porque nosotras somos las primeras, ¿Cómo has soportado el frío y la nieve y la soledad?
- Porque yo tengo un regalo, un sello en el corazón que no se borra, que no se ve pero que está siempre conmigo y que me ayuda día a día, todos los días.

Las flores de almendro se sorprendieron y empezaron a pensar en lo que sería tener un regalo así, algo que no las abandonara nunca.
Con los días empezaron a llegar más y más flores al jardín y todas se sorprendían de ver a la pequeña flor en el centro del jardín. Todas se preguntaban como había sobrevivido y como había llegado tan pronto. Todas preguntaban a las flores blancas y siempre respondían lo mismo:
- Ella tiene un sello en el corazón que la hace diferente, es un sello que no se borra ni se ve, pero que no la abandona nunca y le da fuerzas para seguir a pesar de sus problemas.

Se comentaba por todo el jardín lo extraño y maravilloso de aquella pequeña florecilla de primavera que era diferente, que tenía un regalo de sus papas que ningún otro regalo podría igualar jamás.



(A mis padres, por regalarme lo más valioso que han tenido nunca)

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